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Discursos de odio en la pospandemia: amenaza para los DDHH

Después de la pandemia de COVID-19, los discursos de odio se han recrudecido.  Estos han sido promovidos de manera persistente por distintos actores, como los gobiernos, las instituciones públicas y privadas y otras organizaciones. Ellos difunden incluso información falsa contra una persona o grupo según su comunidad, etnia, nacionalidad, género, orientación sexual, religión o discapacidad. 

Estos discursos de odio, disfrazados muchas veces como “libertad de expresión”, en realidad están dando paso a un escenario amenazante a la integridad de las personas, como lo menciona Gramsci. Se organizan como una “doctrina de hierro” donde todas las diversidades, diferencias y disidencias deben ser silenciadas, segregadas o eliminadas para reponer ese orden social ideal (e idealizado) que se ha extraviado por la acción de los otros.

Es a partir de los discursos de odio donde encontramos expresiones capaces de desencadenar distintas violencias dirigidas a otras personas, las cuáles ocasionan secuelas psicológicas, físicas, patrimoniales, entre muchas otras, dónde aunque es necesario abordar la reparación de estas secuelas,  estas siguen siendo invisibilizadas o no lo suficientemente abordadas desde los espacios educativos, judiciales, comunicacionales, entre otros. 

Desde los discursos de odio se deslegitiman las experiencias de discriminación, hostigamiento, racismo, xenofobia, entre otras, así como los relatos de las víctimas. Estos fomentan distintas violencias que encuentran espacios y validación desde las expresiones de odio presentes abiertamente aún en discursos políticos, medios de comunicación, sistemas de salud, y otros. 

Estas prácticas deslegitiman a figuras públicas promotoras de los derechos humanos, entre ellos, el de vivir una vida libre de violencias en todas las esferas de su vida. Arriesgan, además, el avance en materia de derechos humanos de distintas poblaciones históricamente invisibilizadas. 

Los discursos de odio en la pospandemia son un reflejo claro de la ausencia en la promoción de la educación en derechos humanos desde todos los ámbitos de la sociedad, así como el poco acceso a las posibilidades para la reparación ante las violencias que las víctimas enfrentan. Por ello, es necesario la promoción de mecanismos que enfrenten los discursos de odio en todas sus aristas.