RUDA

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Sé que no moriré de amor

“El poder poético es tuyo, lo sabés, lo sabemos todos los que te leemos…” 

- Julio Cortazar a Alejandra Pizarnik

La sangre quiere sentarse

Le han robado su razón de amor.

Ausencia desnuda.

Me deliro, me desplumo.

¿Qué diría el mundo si Dios

lo hubiera abandonado así?

- Alejandra Pizarnik

No sé cómo lidiar con un corazón vacío. A decir verdad, nunca he sabido. Digo “vacío” porque tengo la convicción de que los corazones no se rompen: ¿cómo podría romperse el amor si este solo se transforma?, diría aquella canción de Jorge Drexler.

Como es de esperarse, sí, siento el corazón vacío debido a una ruptura amorosa. Aquello a lo que se le da más peso y lo único que conocemos como duelo, aunque hay muchos otros. Pero no hablaré hoy de eso, me concentraré en algunas de las reflexiones que he tenido sobre esta última ruptura. 

¿Cómo soltamos las relaciones?

Hace unos días, mi sexóloga favorita en redes sociales, Alicia Delicia, compartió una reflexión acerca de los duelos amorosos. Esta consistía en una pregunta muy simple: ¿con qué emoción soltamos nuestros vínculos? Afirmaba que solemos hacerlo desde sentimientos de ira, enojo, rencor e inconformidad, y en muy pocas ocasiones, lo hacemos desde el acompañamiento empático, el compañerismo y el amor. Me sentí nostálgica, porque claro que extraño a esa expareja y claro que el cariño no se va a desvanecer de un día para otro. 

Pero también me sentí reconfortada porque recordé que antes de abandonar ese espacio donde seguíamos siendo dos, ambos nos agradecimos por la relación que nos habíamos dado, por tener la confianza de hablar y preguntar si el otro necesitaba algo antes de partir. Fue gratificante y aunque duele, es ese pequeño gesto el que hace que duela menos. 

Si él me soltó desde la inconformidad o el enojo, sé que ya no entra dentro de mi responsabilidad, porque al menos de mi lado, yo lo solté desde el amor que le tuve y que le tengo. ¿Por qué habría de aferrarme a un recuerdo si todo lo bello y lo triste conforman parte de lo que soy ahora? 

El amor romántico nos dice que “el amor todo lo puede” y uno “debe aguantar todo por amor”. Pero el amor es más complejo que eso y a veces toca soltar aunque una ame mucho. 

La idea que tenemos sobre las relaciones monógamas nos instan a permanecer con una misma persona, pese a no estar de acuerdo con sus deseos y necesidades y nos obliga a aguantarlo todo con tal de mantener una falsa felicidad que se prolongue hasta "que la muerte nos separe". Pero, ¿vale esto la pena? No a menos que ambos estén dispuestos a ir construyendo y reconstruyendo la relación de acuerdo a la situación de vida. 

Y me pregunto, qué será de él en cada momento que recuerdo un dejo de nuestra historia, pero eso ya no está bajo mi control. Debo dejarlo ir. Tengo claro cuáles son los límites que traspasé de mi expareja para que haya decidido procurar su integridad y dignidad. No me lamento por eso, porque reconozco en qué debo trabajar ahora con lo que él me ha enseñado.

¿Por qué terminamos con nuestros vínculos? 

En palabras de Walter Riso, psicoterapeuta napolitano, hay tres razones:

  • Porque hemos dejado de querer al otro. Una persona honesta jamás estaría con alguien a quien no ama para aprovecharse de ciertos beneficios, llámese comodidad, dinero, compañía, etcétera. Si no quieren, la permanencia del vínculo ya no es negociable o al menos no debería serlo. Si la sensación de insatisfacción afectiva persiste a pesar de los reclamos justos, ya está resuelto el problema. No hay dudas, no hay amor y alguien tiene que irse. 

  • Porque están vulnerando nuestros principios y valores. En el amor, cedemos ante ciertas cuestiones, sin embargo, hay cosas en las que no podemos ceder, simplemente porque de hacerlo nos traicionaríamos a nosotras mismas. La dignidad es lo que resiste a la humillación, a la autocondena y a la condena injusta. Así que si alguien vulnera tus principios, tus deseos y tu integridad, es propio irse. 

  • Porque se ha perdido la autonomía. Para mí, esta es la más dolorosa. Porque aunque existen casos en donde la violencia es extrema al punto de llegar a la violencia física, el hecho de renunciar a ciertas cosas o pedirle permiso a la pareja para desempeñar una actividad por el mero placer u obligación de hacerlo, por más pequeña que sea y en donde parezca que es una nimiedad a lo que se renuncia, dejarse a un lado, me parece de lo más terrible. 

Yo me repito que todo esto pasará y que mi duelo no es lineal. Incluso escribo algunas de estas palabras con incertidumbre y ansiedad porque después de una relación de tres años, no sé cómo lidiar con mi soledad, con mis fines de semana vacíos, sin estar todo el tiempo con mi expareja. Pero, a diferencia de otros duelos, no siento ese vacío que quema las entrañas o esas ganas de llorar hasta la madrugada porque me reconozco como una mujer más madura, que ha aprendido a usar esas herramientas a diferencia de la adolescente de 17 años que terminaba su primera relación amorosa, o esa adulta joven de 21 años que dejaba atrás una relación que nunca terminó de consolidarse con un hombre 8 años mayor. Tampoco soy ya esa otra mujer de 24 años que había decidido terminar una relación porque no se sentía suficiente y quería reconstruirse. 

La mujer de 27 años que soy hoy ahora agradece todas esas relaciones del pasado en donde permitió que sus límites se hicieran añicos por su falta de autoestima y quien que poco a poco entendió que merece un amor sano y construyó herramientas para lograrlo de a poco, como esta última vez. 

A veces siento que este último amor practicó conmigo el arte japonés del kintsugi, el cual significa “pegar con oro”. Un método de reparación que celebra la historia de cada objeto haciendo énfasis en sus fracturas en lugar de ocultarlas o disimularlas. El kintsugi da una nueva vida a la pieza y la transforma en un objeto incluso más bello que el original. Antes de estar con él, y aún estando a su lado,  yo me sentía muy rota, insuficiente y fea en todos los aspectos. Pero aún así, él supo ver detalles en mí que yo no sentía o simplemente no me quería creer. 

Fue como si me hubiera tomado rota y desvalida y hubiera pegado mis pedazos para recordarme lo bella que soy. No me malentiendan pensando que he querido poner todo lo que soy en manos de otra persona, a veces uno necesita que otros le recuerden cuán valioso es y él me lo recordó. Es como si hubiera sembrado una semilla en mí y así quiero recordarlo siempre. 

Claro que me enojo, que de pronto lo recuerdo con ira y con los momentos no tan lindos, recuerdo muchas de nuestras inseguridades y fallos, pero prefiero quedarme con lo bueno. 

Siento nostalgia y melancolía, rabia y dolor al mismo tiempo, pero no quiero evadirlo como todas las veces en las que decidí llenar los huecos de otros duelos con otras personas que al final me dejaban más vacía. Cada que siento esa falta y esa ansiedad, me pregunto por qué la siento y cómo es que quiero llenarla. Recuerdo que no puedo reemplazar nada de lo que pasó ni la persona con la que estuve, porque es irremplazable y aunque no pasa de inmediato, la sensación cede de a poco. 


Consejos para no morir de amor

Nadie muere de amor. Las mujeres de cuarenta y más siguen vivas y fuertes, o eso dice la cantante Mon Laferte en una de sus últimas canciones y me gusta creer que si las canciones de mujeres valientes se escriben todos los días es porque siempre hay cómo encontrar la fortaleza en la debilidad, en el vacío y en la incertidumbre. ¿Qué he hecho yo para sobrellevar mi duelo? No mucho, escuchar a mi mente, a mi corazón y a mi madre, porque las madres siempre son un bálsamo ante las adversidades. ¿Qué puedo aconsejarte que me haya funcionado a mí? Aquí te va una pequeña lista. 

  • Retoma tu red o círculo de apoyo. Si no la tienes, busca ayuda en tu familia, en amigos cercanos, en personas que puedan apoyarte cuando estés triste. Muchas veces una deja de lado a las amistades porque tiende a creer que la pareja debe ser el eje central de nuestras vidas, eso es una mentira del amor romántico. El amor de pareja no es lo único que existe. Así que habla con tus amigas cercanas, sal con ellas y planeen una actividad que termine de despejar tu mente o centrar tus emociones en el aquí y ahora. 

  • Retoma tus hobbies. Estos son tu salvavidas y pueden mantenerte a flote. Puede que te guste practicar deportes, hacer alguna actividad artística, danza, juegos de mesa, etc. Nuevamente, enfócate en el aquí y el ahora. 

  • Llora lo que tengas que llorar, cada vez que tengas que hacerlo, por el tiempo que necesites hacerlo. Creo firmemente que las emociones son lo peor que te puedes guardar, así que saca todo lo que necesites y canalízalo de una manera sana. A veces intentamos llenar esos vacíos con lo primero que tengamos a la mano, como la comida, el alcohol o en el peor de los casos, otras personas. Un clavo no saca a otro clavo, hace el hueco más grande. En general, creo que lo importante aquí es no reprimir ninguna emoción, me gusta pensar que las emociones corrientes de mensajes que debemos escuchar. ¿Qué te dice esa emoción que te transita?

  • Vuelve a lo básico. Reinventate, reinvirte tiempo en ti y, si es necesario, practica la huelga emocional. Con esto no quiero decir que dejes de sentir, sino que te des un tiempo para ti, a solas, sin necesidad de buscar otras relaciones emocionales que sustituyan a tu vínculo anterior. El amor solito regresa, solo vuelve a ti. 

  • Atrévete a hacer cosas que no habías hecho antes. Ya sea por miedo, por falta de tiempo o de interés. Haz eso que no has querido o podido hacer antes por la circunstancia que haya sido. Métete a clases de baile, defensa personal, canto, natación, manejo, qué sé yo. Cualquier cosa que te haga salir de tu zona de confort y te haga ganar confianza en ti. Conoce personas nuevas, pero, sobre todo, conoce una parte de ti que quizá no conocías. 

  • Abraza y reconoce tus debilidades. Es muy fácil hacerse la víctima de la relación o creerse también la etiqueta del villano, pero en está vida ni somos los que tienen la absoluta razón ni los que no rompieron ni un plato. La verdad es una cosa que tiene varias caras muy distintas y una parte importante de madurar cuando la relación termina es reconocer en qué falló. Aceptar que uno seguramente agredió y rompió los acuerdos del otro. Si quieres llegar a una nueva relación o reforzar la que tienes contigo misma, es vital que trabajes en todo eso que llevó a romper el vínculo, incluso si se trata de reconocer tus “no negociables” o lo que esperas y necesitas tanto ahora como en el futuro. Sé leal a ti y los demás empezarán a serlo contigo. 

  • Busca ayuda profesional. A veces no es fácil, soy consciente de ello. si no puedes acudir a un espacio terapéutico con un profesional mi mayor recomendación es que sigas a profesionales de la salud mental en redes sociales. Puedes buscar alguna plática en YouTube, un podcast que te ayude con tu duelo o alguna lectura que aminore la sensación de vacío y te ayude a encontrar las respuestas que estás buscando. Mis autores favoritos para lidiar con duelos amorosos ya sea por pareja, amistades o familia son Esther Perel, Walter Riso y Silvia Olmedo. También puedes encontrar muchos de sus escritos en línea. Si lo que buscas es contenido en redes sociales, te recomiendo mucho a Alicia Delicia, Gotitas de Poliamor, Sexólogo de Bolsillo y César Galicia. Todos crean contenido valioso para aprender nuevas formas de amarnos a nosotros mismos y a los demás, a su vez, algunos de ellos dan talleres bastante accesibles y recomendables. 

  • Por último y no menos importante. Sé fiel a tus creencias, valores y convicciones, recuerda que el amor no debe destruirte, el amor es expansivo y siempre encuentra nuevas formas de llegar a ti. Todo pasa, lo bueno y lo malo, basta con ser paciente y amorosa contigo.  

Detesto esta sensación de duelo, pero he disfrutado como nunca cosas que no podía disfrutar durante mi relación pasada, como maquillarme o no querer hacerlo sin ser juzgada, levantarme muy tarde, salir a desayunar sola, llevarme al cine, retomar mis idas a conciertos, salir con amigos que no he visto hace meses y salir con nuevos amigos. Me he reído como hace mucho no lo hacía, acompañada y en solitario. He escrito una cantidad de cosas, tanto horribles, como hermosas, me he comido la música a mordiscos y saboreado las canciones al ritmo de otros en la pista. 

Sé que no moriré de amor, aunque a veces me queme las entrañas y me arda el corazón, me sé dueña de mis emociones, aunque no siempre entienda cómo canalizarlas. Pero, sobre todo, me sé dueña de mi mapa de vida, aún con sus pérdidas, aún perdida, aunque cada día más consciente. 

Hoy agradezco todo lo que fuimos y todo lo que no seremos, agradezco sobre todo la semilla que sembraste en mí.