Tintas
Cacería de brujas, la más reciente película de Luca Guadagnino, es de las primeras historias que ofrece un vistazo a un mundo post-#MeToo, el movimiento que hizo que el mundo pusiera atención a los testimonios de violencia contra las mujeres.
Ojalá, en un futuro cercano dejemos de conmemorar días en contra de todas las sombras de esta sociedad; que todos los días sean para construir mejores caminos, mejores rumbos, mejores destinos.
Ser un hombre trans no es sinónimo de machismo. Aunque a muchos les parezca contradictorio, habemos muchas transmasculinidades alejadas del modelo hegemónico de lo que es ser un hombre, y no disfrutamos de muchos de los privilegios que nombrarse en masculino supuestamente conlleva, porque sencillamente no cabemos en esa masculinidad. No encajamos en la idea tradicional, rígida y violenta de lo que significa “ser hombre”. Nuestro camino parte de otras experiencias, otras heridas, otras resistencias.
Asesorar una tesis no implica solo orientar una investigación. Es abrir un diálogo entre generaciones, miradas y experiencias. En las universidades, donde aún pesan las estructuras jerárquicas patriarcales, la asesoría se convierte en un acto político y afectivo. Sentarse al lado de quien investiga -como sugiere la raíz de la palabra “asesorar”- es compartir el placer epistémico. En ese encuentro, se genera un poderoso proceso de interaprendizaje.
Pienso que la mara ya perdió el sentido de estudiar a nivel universitario. Antes estudiar era descubrir, cuestionar, conectar con el conocimiento. Ahora es por una hoja de cartón que se cuelga en la pared y por la competencia laboral que el capitalismo te vende como “éxito”. Y no está mal querer una vida digna, lo indignante es que el sistema haya convertido la educación en una carrera de ratas, donde lo que menos importa es pensar.
El acoso en las universidades no es un hecho aislado, es una expresión de poder patriarcal que atraviesa a las instituciones educativas. Lo que debería ser un espacio para pensar, aprender y crear, se convierte para muchas mujeres en un territorio de riesgo y violencia. El acoso conlleva efectos psicológicos necesarios de visibilizar. La reciente investigación del Observatorio Contra el Acoso Callejero Guatemala (OCACGT) lo evidencia con rigurosidad: estudiar sin acoso todavía es un derecho pendiente.
Ser adolescente es una cosa terrible. Aún así, fue una de mis etapas favoritas. Y no lo digo porque extrañe la escuela (jamás), sino por la sensación de posibilidad que es tan palpable a los diecisiete. Realmente todo está al alcance de tus manos cuando estás cerca de la adultez legal.
Desde pequeña, las películas me enseñaron a tenerle miedo a las brujas. Eran las malas, las villanas, mujeres a las que había que tenerles temor. Crecí creyendo eso hasta que entendí que detrás de esa imagen de “malas” había otra historia: la de mujeres que se atrevieron a pensar por sí mismas, a sanar, a vivir fuera de las reglas impuestas por los hombres, esos mismos que, al no poder controlarlas, las llaman de esa manera.
Sombreros picudos; caras verdes; lunares prominentes; vestidos y harapos negros; calderos y escobas voladoras; todos estos eran símbolos de la caricaturización de las brujas con las que crecimos. La idea de unas mujeres “feas”, encargadas de hacer pócimas y menjurjes para resolver situaciones, o incluso para venganzas. Mujeres a las que se les temía y de las cuales debíamos permanecer lejos.
Es quizás el trayecto por la Avenida Reforma, en la Ciudad de México, uno de los más emblemáticos para muchos de los chilangos y la gente del estado de México que salimos a trabajar todas las mañanas, o a turistear con las hijas e hijos y amigos los fines de semana.
En nuestras tierras, la religión se expandió con la misma rapidez que los supermercados de cadenas extranjeras, prometiendo abundancia, pero dejando vacíos más profundos. Nos dicen que ahí está la verdad absoluta, que ahí hay libertad, pero lo que muchas mujeres encontramos es otra forma de control: sobre nuestros cuerpos, sobre nuestras decisiones, sobre nuestras vidas.
El cáncer de mama suele ser abordado desde una mirada exclusivamente femenina. Las campañas de prevención, los materiales médicos y las políticas públicas en torno a esta enfermedad están dirigidos casi en su totalidad a mujeres cisgénero. Sin embargo, esta narrativa deja fuera a un grupo que también puede desarrollar cáncer de mama: los hombres trans que conservan tejido mamario.
Este 20 de octubre de 2025 se llevó a cabo la ceremonia inaugural de los XII Juegos Centroamericanos en el centro comercial “Ciudad Cayalá”, un lugar que visiblemente no reúne las condiciones arquitectónicas y urbanísticas para la realización de tal evento deportivo, sin dotación de identidad o significado histórico y social.
Guatemala vivió una primavera que no fue metáfora. Fue real, se llamó Revolución de Octubre de 1944, y no nació de promesas ni discursos: nació del hartazgo, de un pueblo cansado de la humillación, de mujeres y hombres que se lanzaron a las calles sabiendo que podían morir, pero también sabiendo que seguir callando era otra forma de estar muertos.
Dentro de los estándares de belleza hay una obsesión con la forma y el tamaño de nuestras tetas. Por eso, para muchas, el tener que pasar por una mastectomía (extirpación quirúrgica total o parcial de la mama) resulta muy duro en ocasiones, no solo porque tienes cáncer sino por cómo te verán las otras personas.
Las fangirls somos una comunidad. Sé que la percepción de las fangirls es de adolescentes llorando, haciendo berrinches y gritando cuando escuchan o ven algo de su artista favorito. Pero, lo que la gente no se da cuenta es que los artistas y las estrellas de Hollywood no serían famosas si no fuera por sus fans. Y me estoy enfocando específicamente en las fangirls. Porque sí, yo soy una. Lo he sido desde que tengo 6 años. Ver a Zac Efron me cambió la vida.