Feminismo
Ser adolescente es una cosa terrible. Aún así, fue una de mis etapas favoritas. Y no lo digo porque extrañe la escuela (jamás), sino por la sensación de posibilidad que es tan palpable a los diecisiete. Realmente todo está al alcance de tus manos cuando estás cerca de la adultez legal.
Desde pequeña, las películas me enseñaron a tenerle miedo a las brujas. Eran las malas, las villanas, mujeres a las que había que tenerles temor. Crecí creyendo eso hasta que entendí que detrás de esa imagen de “malas” había otra historia: la de mujeres que se atrevieron a pensar por sí mismas, a sanar, a vivir fuera de las reglas impuestas por los hombres, esos mismos que, al no poder controlarlas, las llaman de esa manera.
Sombreros picudos; caras verdes; lunares prominentes; vestidos y harapos negros; calderos y escobas voladoras; todos estos eran símbolos de la caricaturización de las brujas con las que crecimos. La idea de unas mujeres “feas”, encargadas de hacer pócimas y menjurjes para resolver situaciones, o incluso para venganzas. Mujeres a las que se les temía y de las cuales debíamos permanecer lejos.
Las brujas regresan, pero esta vez con libros, versos y canciones. En la ciudad de Guatemala, la librería feminista Librefem prepara un encuentro para celebrar la palabra y la memoria de aquellas mujeres que, siglos atrás, fueron quemadas por expresar sus conocimientos.
A partir del mes de julio de 2025, en Ruda hemos creado un espacio de sanación a través del autocuidado y cuidados colectivos: Cuidarnos para Luchar. Este proyecto corresponde a la línea editorial Sanar es político, y estará guiado por la profesional de la psicología Dulce Calderón, quien ha conectado con las necesidades actuales de las personas a través del feminismo.
Por Debbie Guzmán
Con goles y mucha actitud, Estrella hace a un lado los insultos machistas e, incluso, se olvida por un rato de los peligros de su natal Ecatepec, una zona periférica de la Ciudad de México conocida por sus altos índices de inseguridad, marginación y violencia contra mujeres y niñas*.
En Guatemala, como en muchas partes del mundo, gracias a los movimientos sociales de mujeres feministas se ha reconocido a las mujeres como sujetas de derechos en diversos cuerpos legales. Esto sin duda es un hecho histórico. Sin embargo, la identificación que se hace de “las mujeres” en la normativa y en las instituciones es muy limitada, ya que se les encuadra desde una perspectiva (cis)heteronormada, nada racializada y ajena a las realidades de otros grupos vulnerados de mujeres.
Por Gabriela Mendoza
Por Ana Alfaro
Por: Ana Lucía Ramazzini 1
Quito, Ecuador 27 de agosto de 2024
Si naciste en el año dos mil y como yo eras una niña a quien le gustaban las cosas consideradas como “femeninas", seguramente creciste viendo como en todas las películas la antagonista era quien compartía tus gustos. Esto es problemático, pues pintaba a las mujeres que tanto en sus acciones como en sus gustos se adherían a la feminidad tradicional, como “superficiales”, “poco inteligentes” y “malintencionadas”. Muchas fuimos víctimas de este misógino discurso de Hollywood y comenzamos a rechazar o a menospreciar a otras mujeres sin darnos cuenta. Durante años, fingí que solo me gustaban las películas de acción para ser “diferente” cuando, en realidad, mi película favorita era La novicia rebelde.
“Mi cuerpa es un arma política y mi gordura es, de cierta forma, un medio. Un medio performático, material, con la potencia de ser algo más que sólo una chica gorda…”
Karina Vergara es una psicoterapeuta y poeta mexicana de 49 años de edad. Se identifica como una lesbofeminista, corriente desde la cual se cuestiona al sistema patriarcal y sus relaciones de poder. En una conversación con Ruda, Karina explicó los fundamentos del lesbofeminismo y su propuesta económica a partir de dos simples preguntas.
Desde los 14 años de edad supe que era infértil. Me quitaron los ovarios y con eso toda la posibilidad de poder tener hijes de manera natural. Debido a mi corta edad, esto no fue relevante para mí en su momento. La idea de tener hijes era lejana y abstracta que lo único que importaba era evitar los riesgos de salud implicados con tener mis ovarios en la condición en la que estaban. Conforme fui creciendo, la presión de tener una familia aumentó y se convirtió en una realidad extremadamente dolorosa para mí.